Cuando adquirimos una obra de arte, suele haber emoción, ilusión y un pequeño detalle que pasa desapercibido: el marco. Ese elemento que parece secundario, casi logístico, y que sin embargo puede cambiar para bien o para mal la presencia de una obra en el espacio.
Muchas galerías entregan las piezas con un “marco de cortesía”. Suena amable, ¿no? Pero no nos engañemos: es un marco provisional, funcional, diseñado para transportar la obra sin sobresaltos y colgarla con dignidad. No está pensado para dialogar con tu salón, ni con la pieza, ni contigo.
El marco definitivo es otra historia. Y como no hay una única fórmula mágica, aquí van seis ideas esenciales para elegirlo con inteligencia, gusto y una dosis de sentido común que, en el mundo del arte, nunca sobra.
1. El marco es parte del arte, pero no su protagonista
Hay quien elige marcos como quien elige cojines: “algo que combine con el sofá”. Y sí, puede que quede estupendo, pero la obra no es un accesorio decorativo. Y el marco, mucho menos.
Un buen marco no grita. Acompaña. Enmarca, sí, pero también respeta. Es ese silencio visual que permite que la obra respire sin distracciones. En muchos casos, cuanto más discreto, mejor. No es modestia: es estrategia.
El marco flotante es una solución elegante y contemporánea que realza la obra sin invadirla visualmente. Ideal para lienzos y piezas con volumen, crea un efecto de suspensión que aporta profundidad y sobriedad al conjunto
2. No todos los marcos sirven para todas las obras
No es lo mismo enmarcar una acuarela sobre papel japonés que una instalación con plumas y luces LED. Aunque en ambos casos hay quien acaba usando el mismo marco tipo IKEA con paspartú blanco.
Cada obra exige un tratamiento específico. Por formato, por técnica, por fragilidad. Y no, no es exageración de conservador de museo: un marco mal elegido puede acelerar el deterioro. O directamente arruinar la obra.
Por eso, lo mejor es contar con un profesional del enmarcado artístico. De los que saben que un cartón ácido es enemigo mortal del papel, y que pegar una obra con cinta adhesiva “porque queda firme” debería estar penado por ley.
3. El marco protege, no solo decora
El arte no solo necesita aplausos, también protección. El marco actúa como escudo: contra el sol, la humedad, el polvo, los roces accidentales y los dedos curiosos de ciertas visitas.
Por eso, algunos básicos:
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Vidrio o acrílico con filtro UV (sí, el sol también envejece el arte)
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Paspartús libres de ácido
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Soportes neutros, de conservación
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Montajes reversibles
Piensa que el marco es como un seguro de salud para la obra. Uno elegante, eso sí.
4. Reversible: porque todo cambia
Los marcos también pasan de moda. Y a veces uno cambia de casa, de gusto o de opinión. Por eso, si vas a invertir en un marco, hazlo bien: que sea bonito, pero también desmontable. Nada de montajes que exigen bisturí para liberar la obra.
¿Ya tienes una obra con marco de galería? Perfecto. Ahora piensa si ese marco es el que la obra se merece a largo plazo, o si simplemente era “lo que había” en el momento de la venta.
5. Materiales, colores y ese vértigo de elegir
Hay quien entra a un taller de marcos con una idea clara. Y sale tres horas después con 18 muestras en la mano, sudor en la frente y cero decisiones tomadas. Es normal. Hay de todo: maderas nobles, lacados, metálicos, sostenibles, minimalistas, barrocos, mate, brillante… Un festival.
La buena noticia: no estás solo. Un enmarcador con criterio es tu mejor aliado. No para imponer su gusto, sino para ayudarte a encontrar ese punto de equilibrio donde el marco no compita, pero sí complemente. Y donde la obra, finalmente, hable claro.
6. El arte contemporáneo exige soluciones creativas
Algunas obras se resisten al marco. Literalmente. Porque flotan, cuelgan, se iluminan, o están hechas con materiales que desafían las leyes de la física y del buen gusto, a veces.
Aquí no hay recetas estándar: hay que inventar. Marcos invisibles, estructuras a medida, vitrinas flotantes. Todo con un objetivo claro: proteger sin domesticar. Que la obra conserve su carácter, pero pueda vivir feliz en tu pared.
¿Es más complejo? Sí. ¿Más caro? También. ¿Vale la pena? Siempre que la obra te importe, sí.
Los métodos de enmarcado no convencionales desafían las normas tradicionales, ofreciendo soluciones creativas para obras únicas o materiales inusuales, combinando innovación estética y protección especializada
Elegir un marco no es un trámite técnico. Es una decisión estética, curatorial y afectiva. Es decirle a la obra: “te veo, te valoro, te quiero conservar”. Por eso, más allá del tamaño, el color o el estilo, lo importante es el gesto: entender que el marco también forma parte del lenguaje del arte.
Y, por cierto: no todas las obras necesitan un marco. Algunos lienzos respiran mejor sin ataduras, desafiando con orgullo la ortodoxia del enmarcado. Si la pieza está sobre un bastidor firme, bien tensada y luce impecable tal cual, tal vez ya esté completa. Eso sí: no enmarcar puede ser una decisión valida. Pero como toda decisión estética, merece ser pensada, no improvisada.
Así que, la próxima vez que mires esa obra que tanto te gusta, pregúntate: ¿está en el marco que merece?
Y si la respuesta es “no estoy seguro”, quizás sea momento de darle una vuelta.